jueves, 9 de julio de 2009

Descubrir la libertad enterrada

Artículo escrito en el Avui del día 8 de julio de 2009 por Borja Franco Garzón:

“ “Se apreta alrededor de la cabeza y te duele mucho. Es muy cerrado, y deja pasar tan poco aire que pronto empiezas a sudar. Además, tienes que estar muy atenta a por dónde caminas, porque no te ves los pies”. Así describe la escritora Asne Seierstad el burca, una prenda de ropa que sólo permite a las mujeres ver a través de una ventanilla.
Entre 1996 y 2001 todas las mujeres afganas estaban obligadas a ir con burca, símbolo de la discriminación del gobierno talibán, que se basaba en una interpretación muy estricta de la chara (ley islámica). El velo integral escondía a la mujer en una prisión ambulante que asfixiaba sus derechos y su libertad.
Al deber de llevar el burca se añadían muchos otros, como el hecho de no poder salir solas a la calle, no poder ir a la escuela ni a trabajar, no poder maquillarse (era un símbolo occidental), no poder reír en voz alta ni aparecer en la radio o la televisión. La que vulneraba estos requisitos era castigada física y verbalmente.
“La situación ha cambiado respecto a aquella época porque ahora los hombres y las mujeres son iguales ante la ley”, afirma Orzala Ashraf, activista afgana (…). “Pero en la práctica las mujeres siguen estando muy discriminadas”.
Las cifras del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para las Mujeres (UNIFEM) lo constatan: Afganistán es el penúltimo país en el índice de desarrollo femenino. El 87% de las mujeres son víctimas de violencia, el 85% son analfabetas, y el índice de mortalidad materna es el segundo más alto del mundo.
“El problema es que Afganistán es un país básicamente rural que tiene muy en cuenta la tradición”, explica Mònica Bernabé, directora de la Asociación para los Derechos Humanos en Afganistán (ASDHA). Asimismo, por ejemplo, la mayoría de los matrimonios son arreglados, y la familia de la mujer es la que escoge al marido, que tiene que pagar una dote.
“Esto hace que los hombres piensen que la mujer es suya y que pueden hacer con ella lo que quieran”, señala Bernabé. También impulsa las familias, que necesitan dinero, a casar a sus hijas muy pronto (el 57% se casan antes de cumplir los 16 años).
ASDHA nació a raíz de un viaje que hizo Mònica a Afganistán durante la época de los talibanes. Visitó casas privadas de la capital, Kabul, que servían como escuelas clandestinas para mujeres. (…) Actualmente trabajan con mujeres drogodependientes y mujeres que están en la cárcel: “Muchas de las presas han sido inculpadas por delitos que no han cometido” explica Mònica, “ya que el marido puede acusar a la mujer de un crimen perpetrado por él y puede denunciarla por adulterio si pasa una noche fuera de casa, o incluso si ha sido violada”, concluye.
(…)
La herencia de tres décadas de conflictos y la mentalidad conservadora de la sociedad dificultan la liberación y el apoderamiento de la mujer, que, si bien ha mejorado su posición en la esfera pública, sigue estando muy discriminada y menospreciada en el ámbito privado.”

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