jueves, 5 de noviembre de 2009

El machismo en la literatura V

“Mateo acababa de enterrar las latas vacías de las sardinas que les habían servido de alimento para todo el día. Se acercó a ella con la intención de pedirle que le hablara de Tensi. Pero al ver la energía con la que restregaba un pantalón, le habló de la suerte que tendría el hombre que se casara con ella.

―¿Por qué?

―Porque lo llevarás siempre la mar de limpio, chiquilla.

―Si te crees que yo voy a casarme para llevar limpio a mi marido estás tú bueno. El que quiera ir de limpio que se lave su ropa. No has aprendido nada de la República, Mateo, los tiempos de los señoritos se acabaron.

―Tú sí que estás buena, y eso sí que era un Gobierno de señoritos. No sé qué carajo me habían de enseñar a mí.

―Que los hombres y las mujeres somos iguales, a ver si te enteras.

―¿Iguales para qué, para lavar la ropa?

―Y para votar, por ejemplo, que para algo nos dieron el sufragio.

―Pero qué tendrá que ver una cosa con la otra, las mujeres no sabéis discutir, os escapáis por la rama aunque no haya ningún árbol cerca. Me he confundido, era un Gobierno de señoritas, y por eso os dieron el sufragio. Señoritas cargadas de miedo.

―¡Qué burro eres, Cordobés! ¡Qué burro!

Mateo se dio media vuelta y se alejó del recuerdo de Hortensia sin haberla recordado. Elvira era mujer, aunque pareciera un muchacho, y no se puede hablar con una mujer sin perderse en mitad de la conversación. Y menos, de política. Las mujeres quieren saberlo todo y se quedan en querer saberlo.”


La voz dormida, Dulce CHACÓN (2002)

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