sábado, 23 de mayo de 2009

Desesposados

Artículo escrito por Alfred Bosch en el periódico Avui, edición del domingo 17 de mayo de 2009:


“Muy bien, vamos a suponer que somos independientes. ¿Cómo sería nuestro paisaje lingüístico? Para empezar, me parece indiscutible que el castellano se quedaría a vivir con nosotros. La gente que lo habla hoy en día no dejaría de hacerlo por un cambio político, y los que no lo quieren descubrirían el tesoro que se esconde detrás de la amenaza. Esto sí, es innegable que las actitudes hacia el catalán tendrían que cambiar.

Un día, en Andorra, oí que un operario le decía a otro: “Aquí hablo en lo que haga falta, pero en Barcelona no, porque aquello es España, y yo allí siempre hablo en español”. Sin quererlo, este hombre me ofrecía en bandeja la clave para imaginarme los idiomas en una Cataluña libre. Es obvio que la obtención de un Estado propio no normalizaría la lengua propia de la noche a la mañana (véase el caso irlandés), pero tendría la fuerza suficiente para seguir este camino (véase Israel). Fuerza política, y sobre todo, psicológica.

Por encima de todo, no me veo teniendo que soportar continuamente la bronca permanente sobre los supuestos abusos, excesos o imposiciones que se cometen. Nadie tendría los santos cojones de esposar a unos niños en un cartel porque están aprendiendo la lengua del país. Los que hacen pósters así en Portugal o en Dinamarca acaban en los tribunales acusados de atentar contra la convivencia y la imagen de los niños, y salen ellos mismos esposados. Por cierto, ya que estamos, invito al PP a exportar su exitosa campaña de las esposas a Lisboa –un foco de barbarie inmersora–, y de vuelta, que pasen por Zamora, Salamanca y Vallecas, donde la tiranía monolingüe no tiene frenos.

En un Estado independiente, las competencias exclusivas en lengua, cultura y enseñanza no serían competencias de feria. Si fuéramos soberanos, perderíamos complejos y aprensiones; no tengo ninguna duda de que, por ejemplo, cobraríamos los cursillos de catalán hasta a las grandes estrellas del fútbol. La inmersión lingüística debería ser a la brava, sin burbujas ni boca a boca. Habría que hacerlo a pleno pulmón (desesposados, por suerte). De hecho, ya no lo llamaríamos inmersión, sino simplemente respiración. Sería la acción necesaria para sobrevivir en un país que quiere conservar, como cualquier otro, su propio aire.”

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